Habian comprado un terrenito en las afueras de la ciudad de la Habana, exactamente en Mantilla donde solo llegaba la ruta 2 y 4. No habían calles asfaltadas y una pagoda china se alzaba justo antes de entrar a el reparto, lleno de terrenos baldíos y sin ninguna sombra donde guarecerse cuando llegabas a su casa lo único que anhelabas era un vaso de agua fría y sentarte a rezar para la brisa llegara por alguna de aquellas puertas que siempre permanecían abiertas en aquella casa de dos ambientes.
Allí crecieron sus cincos
hijos, y de esa pobreza y sacrificio salieron hombres y mujeres de bien que aprendieron que todo en la vida se logra
con el trabajo y una voluntad a toda prueba. Pero Lorenza que podía estar
orgullosa de eso y más, siempre vivió
con una gran pena en su corazón pues el único hombre de su vida a quien le
había dado no solo una familia, sino lo más inmaculado e inocente de su juventud le había hecho
pasar aquellos años llenos de peleas por
celos injustificados y
restricciones de todo tipo, las blusas que usaba tenían que cubrir el cuello y
sus brazos pálidos y tersos, no podía usar maquillaje y mucho menos tacones que
fueran acentuar sus piernas bien formadas, tampoco podía ver a su madre sin su
permiso con lo cual estaba a merced de que la visitaran a ella y en presencia
de él , así los años fueron pasando y finalmente acepto cada uno de sus días
como parte de un destino marcado, los hijos crecieron , se fueron y Lorenza fue
llenando aquellos vacíos en un único aliciente , comer. Comió por alegrías, tristezas, desvelos,
traiciones y soledades hasta que su cuerpo dejo de ser el que era y entonces
Gonzalo que comenzaba a envejecer y estaba en la edad que los hombres necesitan
reafirmar su hombría la dejo y se fue a
vivir con una mulata de Guanabacoa joven y llena de bríos que lo cogió cansado
y lo domo como un perro.
Lorenza cayó
en la más profunda de las depresiones y no dejo un solo día de
maldecirlo por cada uno de sus maltratos o desatenciones, hasta el fatídico día
que Gonzalo murió de forma inesperada lo
que la hizo llorar sin consuelo y con la rabia contenida de no haberle dicho
o hecho lo que hubiera querido. Ese mismo día después que supo que le habían
dado sepultura y palpo lo efímera e injusta que puede llegar a ser la vida decidió
vengarse, porque el sabría en el cielo o en el infierno o donde quiera que
estuviera – dijo entre lágrimas-lo que ella haría.
Una semana después partió
con su hermana al pueblo de su juventud en busca del hombre que había sido su
primer amor y que quizás a su lado otra vida hubiese tenido. Esa tarde mientras
en el bohío preparaban la comida para las recién llegadas, y el ron calentaba
las gargantas y relajaban el cuerpo. Lorenza camino rumbo al pozo que se encontraba en medio la
sabana y despacio por el peso de su cuerpo y los estragos de
los anos entre sofocos y suspiros recordó aquel amor, contemplo la caída de la tarde extasiada en sus luces
naranjas y amarillas sintiendo su alma
despreocupada y alegre como
antes. Entonces distinguió a los lejos un hombre a caballo que parecía acercarse con su sombrero de guano y su fusta en la
mano galopaba con gracia y aplomo; Lorenza recostada en la broca del pozo
espero y sin apartarle la mirada reconoció
en la chispa de aquellos ojos aquel joven que una vez le quito el
sosiego, aunque ahora lo encontró
pequeño, viejo y arrugado.
- Le dijo – Tú no eres
Felipe el hijo de Arcadio el que vivía por vuelta de los Ramones
- Si – le respondió – y
usted, ¿acaso nos conocemos?
- Si yo soy Lorenza, no te
acuerdas de mí?, ¿pero qué te paso? Has cambiado mucho te veo más pequeño y
arrugado – dijo ella sin pensarlo.
- Bueno tu tampoco eres
quien yo conocí estas gorda y vieja como yo – respondió el sin pensarlo, y
fijando sus ojos en ella una vez más le dijo
– me alegra verte, al menos estamos vivos. Hincando el caballo con las
espuelas se dio la vuelta
alejándose a galope sin más preámbulos.
Entonces Lorenza regreso
al oscurecer y sin decir palabra se
recostó en un taburete que apenas
la sostenía en la ceiba alejada de la casa y con un jícara llena
de ron en su regazo bebió y bebió hasta
que quedó dormida escuchándole decir
Gonzalo…
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